The Courtesans (XIX): SOTA DE VARAS (La Vía Alegórica)



¿Qué es eso? ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es...? ¡La Sota de Varas!. Si amigxs, aquí está el aventurero enloquecido, la reina de la fiesta, el top of the top, lo más de lo más de lo mejor. Paternalista en el caso de los hombres, reivindicativa en el caso de las mujeres, y sin embargo igualitarios mientras que no constituyan una pareja, la Sota de Varas es la encarnación de esa voluntad de hacer cosas, un montón de cosas en poco tiempo, cosas interesantes y supuestamente divertidas, esas cosas que se hacen cuando aún eres un revolucionario (en el sentido de revolverlo todo, de darle la vuelta a determinadas creencias o ideas, como si pensar lo contrario significara pensar). Y no, esta Sota, como todas las Sotas aún no piensa, no sabe, es una ignorante vital. Le falta, como a todas las Sotas, la experiencia, así que sus ideas nacen de series de televisión, culebrones mexicanos, canciones, películas pornográficas y portadas de algunas revistas más, pòr supuesto, todas esas frases que llevan escuchando desde que nacieron y que construyen la Prisión de Máxima Seguridad más bestia que existe, la que coarta nuestra propia libertad de elección...

La Sota de Varas es pura electricidad: voluble, egocéntrica, vanidosa, desproporcionada en la ira, vehemente en el sexo, superficial en el amor. Libertaria en sentido moral (no se prohíbe ninguna opción sexual), no hay apenas tabúes, más allá de algunos ordinarios o comunes, no hay restricciones, no hay tampoco responsabilidad. La Sota de Varas piensa que cuantas más reglas o aparentes normas de conducta rompa en poco tiempo, más libre será. Una demostración palpable de la ausencia de pensamiento propio. De alguna forma, la Sota de Varas se mete en un curso acelerado, La Vida: Instrucciones de Uso, lo que la lleva a cometer errores que tardará un tiempo en reconocer como tales.

El Amor, para esta Sota, no existe más que en un futuro indeterminado que, desde luego, no es ahora. Así que se enamoran sexualmente. Su complemento perfecto está en el Rey de Copas, conciliador, sibarita, un personaje que fluye porque, de alguna forma, es un puerto seguro para ese barco en constante búsqueda de tormentas.

La Sota de Varas, todas las Sotas, no está asociada a ninguna edad específica, pero si muestra cierto grado de infantilidad (esa ausencia de responsabilidad), cierto estado mental que podríamos asociar al de un presidiario que, después de veinte años en la Isla del Diablo, se siente libre solo porque ya no está ahí, así que trata de recuperar el tiempo perdido, esos tiempos antes de perderse veinte años entre leprosos y proscritos. Y se emborracha, baila desaforadamente, trata de follar con este o con aquella, une una parranda con otra... una especie de regreso a una aparente libertad perdida. Pero en esos veinte años todo ha cambiado: ya no se flirtea en los bares sino en Facebook o Tinder, tu aparatoso deportivo blanco es tan obvio que se convierte en patético, esa especie de liderazgo tabernario ya no es de este tiempo, tampoco esa forma de vestir que has escogido es la mejor, tú, que en el fondo escondes a una Papisa... así que la edad de LeConsultant sí es importante para saber si es que es su momento de descubrimiento (entre 18 y 30 años) o ya es una persona que se mueve en la franja de los 40-80 (poca experiencia en la cuestión que trate o una experiencia que, para el Ahora, es perfectamente inútil).

La Sota de Varas es asimismo una explosión de creatividad, una generadora de ideas, una impulsora de pequeñas revoluciones. Pero no se implican más de lo necesario, acciones puntuales, en general que entrañen un pequeño riesgo físico. Formarán parte del Sector Violento de cualquier manifestación de protesta que se precie, abominan de la Resistencia Pacífica y de la No-Violencia, salvo que sea más difícil resistir que enfrentarse, momento en el que escogerán la Vía Gandhi.

¿Y si aparece como Carta del Día? ¿Que me despreocupe de todo? ¡Casi! Que sea más espontáneo, más curioso, que actúe, diga, hable, haga, aunque le parezca una locura, hágalo. Y si lo es, ¿acaso tiene algo que perder? ¡No! Aventúrese y deje de pensar en consecuencias de algo que no sabe, porque no lo ha hecho nunca. Acepte esa invitación para comer en un restaurante mogol, para ver ese espectáculo en ese cabaret, para subirse al escenario de un karaoke y cantarle a esa persona que tanto le gusta, una cancioncilla...


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