EL TRIUNFO DEL CARRO EN EL RENACIMIENTO



El triunfo del Carro recoge la propia esencia del juego como un desfile de triunfos, de alegorías enfrentadas en una cadena que conduce desde la condición humana hasta Dios. Vamos primero a analizar este triunfo en cada una de las principales barajas históricas y luego veremos su significado general. Comenzamos con la baraja de Cary Yale. En este caso, el auriga del triunfo del Carro es una mujer cuya apariencia recuerda al triunfo de la Emperatriz. Viste un manto dorado y azul. En una mano sostiene un cetro y en la otra, apenas distinguible, una esfera dorada en la que hay inscrita una paloma blanca, uno de los símbolos heráldicos favoritos de Bianca Maria Visconti. El carro está cubierto por una especie de pabellón y está tirado por dos caballos blancos conducidos por un palafrenero con un sombrero rojo.



En general, se considera que la mujer representa a Bianca Maria, tal vez en ocasión de su visita a Ferrara en 1440. Recordemos que el tarot de Cary Yale fue realizado posiblemente hacia 1441 como regalo de bodas para Bianca Maria y Francesco Sforza. Justo un año antes, Filippo Maria había enviado a su hija a Ferrara para que representara una farsa en complicidad con su amigo Niccolò III d’Este. Cansado de sus traiciones, Francesco había desechado las pretensiones de casarse con su hija y se había enrolado con los venecianos. Filippo estaba desesperado por volver a recuperar al gran condottiero para el bando milanés y en 1440 envió a Bianca a Ferrara, en teoría, para que se casase con Leonello, uno de los hijos de Niccolò. De esta manera esperaba que Francesco se sintiera presionado, abandonase a los venecianos y se casase con Bianca cuanto antes por el temor de perder la oportunidad de conseguir por vía matrimonial el gobierno de Milán.

Bianca pasó varios meses en la corte de los Este. Apenas tenía quince años, era la primera vez que salía de Milán y se alejaba de la autoridad materna, estaba rodeada de chicos y chicas de su edad, era el centro de la atención, en tanto que futura esposa de Leonello, y dejó a todos fascinados, Niccolò incluido, por su gran cultura.

Sin duda, para aquella adolescente vivaz y curiosa debió de ser una experiencia inolvidable. Uno de los episodios más emocionantes de aquella aventura fue el desfile triunfal con el que fue recibida al llegar a Ferrara, del que sabría más adelante todos los detalles su padre Filippo, autor del tarot de Cary Yale. Después de un viaje en bucintoro, un barco ceremonial característico de los astilleros venecianos, Bianca entró en Ferrara «sobre un caballo blanco, en un baldaquín con telas doradas, cubierta con un manto dorado y celeste forrado de armiño». Aunque en el tarot de Cary Yale el carro está tirado por dos caballos en vez de uno solo, es muy probable que reflejara aquella procesión triunfal protagonizada por Bianca, uno de los momentos más emocionantes de su vida hasta el momento en que fue realizada esta baraja. En cualquier caso, si no fue aquella ocasión, podría haber sido cualquier otra similar, ya que, sobre todo durante sus primeros años de matrimonio con Francesco, Bianca solía participar en los desfiles triunfales yendo sobre un carro con un baldaquín azul, como el de este tarot, tirado por caballos blancos.

El triunfo del Carro del tarot de Cary Yale (izquierda) y del tarot de Pierpont Morgan (derecha).

La misma mujer de aspecto imperial es quien guía el carro de la baraja de Pierpont Morgan, aunque en este tarot los caballos son dos espléndidos pegasos. El palafrenero ha desaparecido y el carro tiene un aspecto más belicoso y menos ceremonial. Si la datación de la baraja es correcta, este cambio se ajustaría a la nueva posición de Bianca en 1451, ya como señora de Milán, conduciendo las riendas del ducado recién adquirido.De izquierda a derecha, el triunfo del Carro del tarot de los Medici, del tarot de Alessandro Sforza y de Catelin Geoffrey.

En el tarot de los Medici, la mujer ha sido desplazada por un hombre, como será habitual en las demás barajas históricas. Va armado con un hacha de doble filo, un arma extraña en este tipo de representaciones triunfales. Como vimos, las telas del carro recuerdan por color y heráldica a Florencia. Los caballos están mirando cada uno hacia un lado, pero esto parece obedecer a un criterio pictórico antes que simbólico, al igual que ocurre con el carro de la baraja de Alessandro Sforza, similar a la medicea, aunque en este caso hay dos palafreneros y el auriga lleva en la mano una esfera, símbolo del mundo, en vez de un arma. Hasta nuevos descubrimientos documentales, resulta imposible identificar al auriga. Tal vez se trate de un personaje importante del momento, como Lorenzo el Magnífico en el Carro mediceo, pero también puede representar cualquier caudillo ilustre de la historia, como Julio César, quien solía encabezar las procesiones triunfales en las alegorías literarias y pictóricas sobre la fama militar.

De izquierda a derecha, el triunfo del Carro en el tarot de París, de Jean Dodal y de Jacques Vieville.

En los tarots franceses, el Carro suele estar guiado siempre por un hombre. En el tarot de Catelin Geoffrey no tiene atributos militares, sino una especie de flor, y también aparece un palafrenero en el lado derecho. En la familia de Marsella, el auriga está coronado como un rey, empuñando una lanza, y cubierto con una armadura en la que destacan dos hombreras con forma de rostro. Una excepción curiosa es el tarot de París, donde se muestra a un hombre que quizás esté tocando un instrumento en un carro tirado por dos cisnes, lo que podría relacionarse con el dios Apolo. También presenta una pequeña diferencia el Carro del tarot de Jacques Vieville, en el que los dos caballos han sido sustituidos por dos esfinges, pero no parece que este detalle iconográfico modifique el sentido general de la alegoría.

El carroccio

El Carro en la hoja de Rothschild.

Como vemos, el triunfo del Carro se puede descomponer en dos elementos iconográficos principales: el carro y quien lo conduce. Para situar el primero en su justo contexto histórico conviene recordar qué era el carroccio. Desde la Antigüedad, el carro de guerra ha sido símbolo de prestigio. Los grandes héroes de la guerra de Troya se dirigían en carro al combate y en carro se muestran los faraones egipcios en los murales que conmemoran sus hazañas. Con el tiempo fue perdiendo valor como arma de guerra, pero en Roma conservó su función simbólica para denotar gloria y triunfo. Así, por ejemplo, cuando los generales romanos volvían victoriosos de una guerra, desfilaban por las calles de la ciudad en un carro triunfal al son de vítores y alabanzas.

En Italia, este carro triunfal no terminó de perderse tras la caída del imperio romano y dio lugar al carroccio, que cobró gran fuerza simbólica durante la baja Edad Media. Este carroccio era el símbolo de la ciudad y se sacaba en procesión en las grandes ocasiones, como una campaña militar. Ganar el carroccio durante una batalla suponía infringir la peor humillación posible a un enemigo. Era el orgullo de la ciudad, signo de las hazañas gloriosas del pasado y, al mismo tiempo, un talismán que propiciaría la victoria en el futuro. Como explica Geoffrey Trease:

<< El carroccio era un objeto simbólico que, para los Estados italianos, representaba mucho más que un estandarte. Se le ha descrito como un sagrado carromato de guerra. Concretamente, era una especie de carro, plano y rectangular, pintado con vivos colores, que transportaba, además del estandarte de la ciudad, un altar donde podía celebrarse la misa. Generalmente era arrastrado por bueyes. Durante el combate, servía de plataforma desde donde los trompetas podían transmitir órdenes a los diferentes comandantes. Y dado que al valor sentimental, que se desprende de los colores del regimiento, unía la importancia práctica de un cuartel general, el carroccio siempre era defendido hasta el último aliento >>.
Aunque se entremezcla la historia con la leyenda, la batalla de Legnano es un buen ejemplo sobre la importancia simbólica de este carro colorido. Sucedió el 29 de mayo de 1176 en las cercanías de la pequeña ciudad de Busto Arsizio, en la Lombardía. A un lado se encontraba la temida caballería del emperador Friedrich I, llamado Barbarroja; al otro, la infantería de la Liga Lombarda, una confederación de ciudades italianas. Durante la mayor parte del combate, las cargas de la caballería alemana habían causado estragos en las filas italianas. Los supervivientes se reagruparon en torno al carroccio de Milán, desde el que se lanzaban a la par consignas militares y arengas religiosas, y lo rodearon empuñando las lanzas hacia fuera como un puercoespín acorralado. La caballería alemana cargó una y otra vez contra ese muro de lanzas, pero la infantería consiguió mantener la desesperada defensa del carroccio y cuando llegaron refuerzos a su auxilio, la caballería lombarda de la Compañía de la muerte, los alemanes tuvieron que retirarse.

La batalla de Legnano representada en un cuadro Amos Cassioli (1860). Galleria di Arte Moderna di Palazzo Pitti (Florencia).


La apariencia de cada Carroccio era distinta en cada ciudad. Por ver uno de ejemplo podemos ir a Florencia, cuyo carroccio conocemos bien por una descripción de Giovanni Villani, un cronista florentino del siglo XIV. Este Carroccio florentino se custodiaba en el baptisterio de San Giovanni, patrón de la ciudad, y era de color bermellón, el mismo color que lucían las telas que vestían los dos grandes bueyes que lo transportaban. En la parte superior, sobre dos astas largas, ondeaban sendas banderas con el escudo rojiblanco de la ciudad. Lo conducía un hombre escogido por elección popular y era custodiado por un cuerpo de infantería de élite.

El carro, por lo tanto, no esconde mayor misterio. Al menos en los tarots renacentistas, simboliza la idea de victoria. Sin embargo, no es tan fácil identificar a los aurigas, los cuales nos permitirían captar el significado global de la alegoría.

La fama

En líneas generales, las fuentes relacionan esta carta con la idea de triunfo. Es la propuesta que recogía Michael Dummett: «El Carro representa precisamente un carro triunfal, sobre el que hay un rey o un general». Andrea Vitali avanzó un poco más sobre la cuestión e interpretó el significado genérico del triunfo como una alegoría de la fama en el sentido que le da Petrarca, es decir, el reconocimiento y la alabanza de la excelencia de un individuo, ya sea por sus dotes intelectuales, militares, políticas, etcétera. Sigamos esta pista de la fama.

El triunfo del Carro en el tarot de Leber.


Durante el Renacimiento la fama solía representarse: como una mujer coronada, con dos alas de oro y, por influencia de Virgilio, con una o más trompetas; pero también recibía en ocasiones otro tratamiento iconográfico más similar al que vemos en los triunfos de Cary Yale y Pierpont Morgan. Era una mujer formidable, vestida como una emperatriz, que iba sobre un carro tirado por dos caballos. En una mano empuñaba una espada y en otra una esfera, símbolo de su poder en el mundo. Esta alegoría de la fama, por ejemplo, es la que describe Boccaccio en un pasaje de Amorosa visione:

«Tutti li soprastava veramente,
di ricche pietre coronata e d'oro,
nell'aspetto magnanima e possente.
Ardita sopra un carro tra costoro
grande e triunfal lieta sedea,
ornato tutto di frondi d'alloro.
Mirando questa gente in man tenea
una spada tagliente, con la quale
che 'l mondo minacciasse mi parea.
Il suo vestire a guisa imperiale
era, e teneva nella man sinestra
un pomo d'oro, e 'n trono alla reale,
vidi, sedeva; e dalla sua man destra
due cavalli eran che col petto forte
traeano il carro fra la gente alpestra».

El triunfo del Carro en una carta singular que hoy se conserva en el Musée Français de la Carte à Jouer en Issy-les-Moulineaux, Francia.

En los tarots visconteos, esta imagen es muy parecida a la dama imperial del triunfo del Carro, aunque en esta ocasión empuña un gran cetro en vez de una espada, por lo que, efectivamente, podría tratarse de una alegoría de la fama. Además, esta manera de representar la fama presenta un matiz muy interesante. No se trata de la fama genérica, la cual solía representarse con la dama y las trompetas, sino de la fama conseguida por los hechos de las armas o las hazañas políticas. Esto podría explicar por qué la mujer fue sustituida por un caballero o un rey. Tanto en literatura como en el arte, la alegoría de la fama militar también solía representarse recurriendo a algún personaje histórico célebre. Por lo tanto, es probable que, más allá de la Milán de Bianca Maria, se hubiera tendido a sustituir la mujer con la espada por una abstracción masculina, quizás concretada en algunos casos en un militar ilustre, como Julio César.

Hay dos cartas que confirmarían esta última hipótesis. Una es el triunfo del Carro del tarot de Leber. La representación por sí misma no nos aportaría mucha información, pero sí el nombre que describe el triunfo en la parte inferior de la carta, Victoriae Premium, «el premio de la victoria», una máxima que podemos relacionar con la fama. La otra carta es un ejemplar aislado que, por estilo iconográfico, se ha datado a finales del siglo XV. El auriga es una mujer, está acompañada de cuarto doncellas y, lo que es más importante, empuña una espada, justo como la alegoría de la fama por hazañas bélicas descrita por Boccaccio.

Si esta interpretación fuera correcta, entonces resulta comprensible que el Carro se encuentre en el segmento inferior de la jerarquía de los triunfos, entre las cartas de la condición humana y la Fortuna, la cual marca un punto de inflexión con los asuntos mundanos. De esta manera, como ocurre con el poema de Petrarca, en el tarot viene a decirse que la fama es efímera, otra vanidad más, de la que no debemos preocuparnos frente a la gloria que aguarda tras este mundo… Bueno, la gloria o el infierno, porque es justo después de la fortuna cuando se nos recuerda el destino que corren los pecadores: el fuego y el gusano para toda la eternidad.


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