HISTORIA DEL TAROT II: Las barajas milanesas



El origen de las barajas de tarot es un gran misterio. Sabemos con bastante certeza que fue en Italia durante el siglo XV, quizás como una variante de juegos alemanes similares, pero a partir de ahí las pistas nos llevan por varios caminos. Hay razones para sospechar que pudo haberse inventado en el Milán de los Visconti, pero también la Ferrara de los Este, la Florencia de los Medici y la ciudad universitaria de Bologna.

En este capítulo veremos la pista milanesa, que está protagonizada por las tres barajas más antiguas conocidas hasta la fecha y por una familia cuya historia está sembrada de intrigas, traiciones y asesinatos: los Visconti-Sforza. Empecemos por la historia...
Italia a finales del siglo XV (wikipedia)

Filippo Maria Visconti

Desde finales del siglo XIII, los Visconti gobernaban la poderosa ciudad de Milán y otros territorios de la Lombardía. Esta hegemonía, conseguida en esencia por la fuerza de las armas, había sido refrendada en 1395 por Wenzel de Luxemburgo, emperador del Sacro Imperio Germano, cuando nombró oficialmente duque de Milán a Gian Galeazzo Visconti, un brillante estratega que había accedido al poder en 1387 tras eliminar a su tío Bernabò. Después de más de diez años de campañas militares, hacia 1400 las posesiones visconteas abarcaban casi toda la Lombardía y algunas ciudades del Piamonte, el Véneto y Emilia. Fieles aliados del emperador, parecía que nada podía frenarles, pero en 1402 Gian Galeazzo Visconti murió durante una epidemia de peste y el ducado recayó en sus hijos, que apenas eran unos niños: el primogénito, Giovanni Maria tenía catorce años y Filippo Maria, un niño escuálido y enfermizo, no llegaba a los once.

Sin la experiencia ni la inteligencia suficiente para asumir las riendas de un Estado tan complejo como el ducado de Milán, Giovanni Maria fue nombrado duque; mientras que Filippo terminó medio desterrado en la vecina Pavía, capital cultural del ducado gracias al prestigio de su universidad. Giovanni fue presa fácil de consejeros y capitanes sin escrúpulos que manejaron el ducado a su antojo aprovechando su creciente demencia. En 1404, Giovanni encerró a su madre Caterina en el castillo de Monza, donde poco después murió en circunstancias muy oscuras, probablemente envenenada.

Un gobierno de terror e incertidumbre se adueñó de Milán. Los cronistas de la época cuentan que Giovanni se deleitaba viendo cómo sus mastines mataban a dentelladas a quien se cruzaba en su camino. Durante estos años, Filippo Maria asistió en silencio a los desmanes de su hermano fingiéndonse inútil. A la menor sospecha, Giovanni y su círculo no tendría el menor reparo en asesinarle.

Sin embargo, poco a poco, Giovanni fue perdiendo el control de la situación. Muchas ciudades del ducado se rebelaron y se declararon independientes. Los grandes señores de la guerra, sobre todo Carlo Malatesta y Facino Cane, aprovecharon para ejercer de facto el poder sobre los restos del ducado. Facino es el más terrible. La crueldad y prepotencia de su ejército de mercenarios fue tal que, años después, Poggio Bracciolini recogía esta anécdota en su Libro de chistes:

«A Facino Cane, que fue un cruel capitoste de la milicia de nuestro tiempo, le presentó uno la queja de que un soldado suyo le había robado la capa en la calle. Fijándose Facino en que iba vestido con una buena túnica, le preguntó si la llevaba puesta cuando le robaron. Cuando le dijo que sí, le respondió: Largo de aquí, ése que dices que te ha robado no es uno de mis soldados, pues ninguno de los míos te habría dejado jamás con una túnica tan buena».
Filippo Maria Visconti representado en una medalla conmemorativa realizada por Pisanello (1441)

Desde 1409, Facino Cane estaba cada vez más presente en Pavía, una ciudad que gobierna en la práctica a expensas de Filippo Maria, y en Milán, donde mantenía aterrorizado a Giovanni. Parecía cuestión de tiempo que eliminase a las dos comparsas visconteas y se proclamase duque. Pero en 1412 la situación cambió de forma inesperada.

El 16 de mayo, mientras se dirigía hacia la catedral de san Gottardo, Govanni es asesinado por un grupo de ciudadanos anónimos. Este mismo día, a Facino le empeora súbitamente un «ataque de gota» y muere pasadas unas horas. No podemos afirmar con seguridad que la mano de Filippo estuviera detrás de estas dos muertes, pero no parece que le hubieran cogido de sorpresa, pues, aún no han terminado de enterrar a Facino, cuando ya se está casando con su esposa, Beatrice di Tenda, varios años mayor que él. La dote de Beatrice son los mercenarios de Facino y 40.000 florines para pagar sus soldadas. Sin perder tiempo, Filippo conquista varias ciudades del ducado y, finalmente, entra en Milán, donde, el 16 de junio, es nombrado duque cuando aún no ha cumplido los 20 años.

Siguen años de éxitos militares. Gracias al talento de sus generales, sobre todo de Carmagnola, antiguo lugarteniente de Facino, Filippo Maria no tardó en recuperar gran parte del territorio que se había desmembrado durante el gobierno de Giovanni y en 1421 los milaneses consiguieron conquistar la poderosa república de Génova. Fue su mayor victoria militar: prolongar las fronteras de Milán hasta el mar.

Filippo no participó directamente en las batallas. Por su creciente sobrepeso y la dificultad para andar con normalidad, no estaba en condiciones de resistir grandes viajes y, menos aún, de sobrellevar las duras condiciones de una campaña militar, así que prefirió dirigirlo todo, con mano de hierro, desde su palacio en Milán o el castillo que mandó acomodar en la vecina ciudad de Cusago, donde, además, pudo dedicarse a su actividad favorita, la caza. Sin embargo lo tuvo todo controlado. Una tupida red de informadores y espías le informaban de cada detalle del complejo escenario político italiano. Vigilaba y controlaba a unos y otros con una obsesión que rozaba la paranoia, aunque también es cierto que, desde hacía más de un siglo, raro era el Visconti en el poder que no había terminado asesinado.


Francesco Sforza y Bianca Maria Visconti en dos paneles pintados por Bonifacio Bembo hacia el 1460 (Pinacoteca de Brera)

Bianca Maria Visconti

En 1418, Filippo ordenó que arrestaran a Beatrice di Tenda por adulterio. Aunque después de un mes de torturas Beatrice siguió sin admitir nada, el 13 de septiembre de 1418 fue ajusticiada junto con su presunto amante. Viudo por su propia mano, Filippo tenía de nuevo el camino libre para concertar un matrimonio con una mujer de mejor alcurnia, pero durante los siguientes años todos sus intentos terminaron en fiasco, incluida una expedición a Roma para acordar una boda con una «sobrina» del Papa, y su imagen comienza a empeorar.

Filippo ha conquistado Génova, dicen sus enemigos, pero tiene casi 30 años y aún no es padre. En una época donde hasta el sumo pontífice tiene hijos, donde se valora la virilidad de un hombre en función de su prole, son malos tiempos para renunciar al sexo con mujeres y comienzan las habladurías. En medio de estos rumores, en 1424 Filippo encuentra una amante, Agnese del Maino, una hermosa joven de la nobleza menor, a la que envía al castillo visconteo de Cusago, donde prácticamente la mantiene enclaustrada. Con o sin la ayuda de Filippo, Agnese se queda embarazada, y a finales de año da a luz a Bianca Maria. Nueve meses después tuvo otra hija, Lucía, pero murió al poco de nacer y ya no tuvo más hijos.

A partir de 1425, los asuntos militares comienzan a irle de mal en peor a Filippo. Una alianza encabezada por venecianos y florentinos le vence batalla tras batalla y en 1428, para evitar que el Ducado de Saboya se alíe con sus enemigos, se casa con María de Saboya, aunque, según los cronistas de la época, no pasó en la alcoba de su esposa ni siquiera la noche de bodas.

Con la salud cada vez más deteriorada, siguen años de guerras e intrigas para Filippo. Venecia continúa cosechando éxitos militares y, en 1431, es nombrado papa Eugenio IV, de origen veneciano. Filippo trata de conseguir el apoyo del emperador, pero sus esfuerzos son en vano y Génova recupera su independencia en 1435. Por entonces, Filippo Maria contaba con dos grandes capitanes de ejércitos mercenarios, uno era Niccolò Piccinino y el otro Francesco Sforza, con el cual había acordado en 1432 su matrimonio con Bianca Maria.

Valiente, mujeriego, diplomático, de espíritu humanista y relativamente honesto para los parámetros habituales de la época, Francesco Sforza (1401-1466) era la antítesis de Filippo Maria Visconti. Crecido en los campos de batalla, había conseguido cuanto tenía gracias a su esfuerzo y arrojo. Su padre había sido un aguerrido condottiero conocido como Muzio Attendolo Sforza, un miembro de la nobleza secundaria de la pequeña localidad de Cotignola, en la provincia de Rávena. Muzio Attendolo había ganado cierta notoriedad luchando al servicio del papa y luego al de la reina Giovanna II de Nápoles. Ahogado por el peso de la armadura, en 1423 murió al intentar salvar a un escudero que había caído a un río.

Francesco asumió el mando de la compañía de mercenarios de su padre y durante los siguientes quince años marchó de batalla en batalla labrándose una gran reputación como capitán militar. La suerte empezó a sonreírle a partir de 1430. Gracias a su fama como estratega, unos y otros se disputaron sus servicios. Desde el bando veneciano le llegaron grandes sumas de dinero y territorios, desde el milanés la posibilidad de casarse con la hija de Filippo Maria.

En un principio, Francesco se dejó engatusar por las promesas de Filippo Maria. Era un sueño imposible hecho realidad. En el mejor de los casos, el destino de un condottiero era retirarse en alguna pequeña localidad con la salud muy deteriorada por toda una vida en el campo de batalla, pero de pronto a Francesco se le abría la posibilidad de acceder al ducado de Milán. Su fidelidad hacia Filippo estaba asegurada, pero el duque cometió un error de cálculo. Seguramente con la esperanza de que Francesco muriese en guerra, fue retrasando una y otra vez el matrimonio hasta que el condottiero se cansó de sus mentiras y en 1434 cambió de bando y se alió con Venecia, Florencia y el papa, una decisión a la que contribuyó su amistad personal con Cosimo dei Medici.

Con el ducado de Milán a punto de caer, en septiembre de 1441 Filippo consiguió convencer a Francesco de que retomase el proyecto de casarse con su hija y en octubre se celebró el matrimonio con Bianca Maria. Fue un matrimonio feliz en el que reinó el amor. Entre 1441 y 1447, asentados en Cremona, ciudad que aportaba Bianca Maria como dote, el matrimonio pasó una etapa relativamente tranquila. Francesco siguió a las órdenes de venecianos y florentinos, pero en ningún momento marchó directamente contra Milán o realizó acción alguna que le enfrentara sin remedio contra su suegro. Por su parte, Filippo está mucho más tranquilo. Con Francesco como yerno, la situación bélica se estabilizó y el ducado comenzó a recuperarse. Sin embargo, a él ya no le quedan muchas fuerzas. Prácticamente estaba ciego, caminaba a duras penas y padecía un tremendo sobrepeso. Finalmente, las campanas de la catedral de Milán anunciaron su muerte el 13 de agosto de 1447.

Tras la muerte de Filippo Maria estalló el caos por la sucesión del ducado. El emperador del Sacro Imperio no reconoció a Bianca, y por lo tanto a su marido Francesco, como legítimos herederos y las grandes potencias europeas comenzaron a revisar los árboles genealógicos en busca de alguna excusa parental para apoderarse de Milán. Aprovechando el vacío de poder, los milaneses, cansados del gobierno despótico de los últimos Visconti, declararon la República Ambrosiana y varias ciudades del ducado se independizaron o cayeron en manos de varios señores de la guerra. A Francesco, que ya tenía dos hijos con Bianca, ni se le pasaba por la cabeza renunciar al ducado, pero debía esperar el momento propicio, así que tras la muerte de Filippo se puso a disposición de la República y gracias a su capacidad estratégica consiguió salvar Milán de los numerosos enemigos que la acechaban, entre los que destacaban los venecianos.

En octubre de 1448, Francesco consideró que había llegado el momento propicio, rompió su alianza con la República y, con el apoyo de Venecia, emprendió una larga campaña por la conquista de Milán. Fue entonces cuando firmó alguna de las páginas más negras de su historia. Quemó las cosechas, desvió los ríos, saqueó ciudades y pueblos hasta que los republicanos milaneses, exhaustos, capitularon en febrero de 1450. Francesco entró en la ciudad aclamado por la multitud mientras sus soldados arrojaban pan a la hambrienta población y el 25 de marzo organizó un espectacular desfile triunfal para festejarlo.
Francesco Sforza
Francesco Sforza y Bianca Maria Visconti en unos frescos dibujados por Bonifacio Bembo en la iglesia de San Agustín de Cremona.

Tras la conquista de Milán, Francesco contó con la ayuda inestimable de Bianca Maria para reorganizar el ducado. Muy culta y con una gran capacidad organizativa, Bianca desempeñó un papel fundamental en la gestión de las finanzas, la vida artística y, sobre todo, las relaciones diplomáticas. No había corte italiana en la que no contase con algún valioso aliado que la informaba de cuanto sucedía y, en varias ocasiones, sus dotes diplomáticas resultaron esenciales para resolver un conflicto.

En 1452 volvió a comenzar la guerra entre Venecia y Milán, pero después de dos años de duros enfrentamientos se alcanzó un acuerdo que habría parecido imposible apenas cinco años antes. En 9 de abril de 1454, por el tratado de Lodi, las dos principales potencias del norte de Italia sellaron la paz y un año después Venecia, Florencia, Milán, el papado, Nápoles y otros Estados menores formaron la Liga itálica, por la que se comprometían a la mutua defensa.

Este acuerdo es clave para entender el espíritu de los grandes príncipes humanistas de la segunda mitad del siglo, como Cosimo y Lorenzo de Medici o el propio Francesco. En cierta manera, se habían dado cuenta de que sólo una Italia unida podía hacer frente a los apetitos expansionistas de las grandes monarquías nacionales que se estaban consolidando en el resto de Europa, como era el caso de España, Francia o Inglaterra. A largo plazo, el acuerdo fracasó, los Estados italianos volvieron a enzarzarse en disputas territoriales internas y las potencias europeas se apoderaron de la fragmentada península, pero durante la segunda mitad del siglo XV aún reinó el optimismo. De hecho, como señala Pizzagalli, «la obra pacificadora de Francesco Sforza tuvo también un gran valor cultural, fue el humus en el que germinó el Renacimiento: los señores de la península, menos comprometidos financieramente en el mantenimiento de los ejércitos, emplearon más recursos en el embellecimiento de palacios y ciudades convirtiéndose en los mecenas del período más brillante del arte italiano». Fue en este clima pacífico y de gran creatividad cultural donde el tarot se afianzó por el norte de Italia como uno de los juegos más populares del momento.


La baraja de los dioses

El antecedente más claro del tarot en suelo italiano es la llamada baraja de Michelino, que recibe este nombre por el artista encargado de dibujarla, el pintor italiano Michelino da Besozzo. Por desgracia, la baraja se ha perdido, pero conocemos su existencia por un documento de 1449, que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia. Por esta referencia y otros textos de la época, se piensa que fue diseñada hacia 1424 por Filippo Maria Visconti, quizás en colaboración con su secretario y tutor Marziano da Tortona, un hombre culto y muy interesado en la astrología. Además, gracias a este documento de 1449, podemos reconstruirla, pues incluye un texto de Marziano, el Tractatus De Deificatione Sexdecim Heroum, en el que describe las claves alegóricas de la baraja, aunque apenas esboza unas ideas sobre las reglas del juego.

Aunque no se explica con claridad, es probable que la baraja constase de 60 cartas agrupadas en cuatro palos, que, en vez de copas, oros, espadas y bastos, estaban representados por aves: águilas, fénix, tórtolas y palomas, símbolos respectivamente de la virtud, la riqueza, la castidad y el placer. Cada palo estaba formado por un rey, diez cartas numeradas y cuatro cartas especiales con dioses griegos, que a su vez se estructuran atendiendo a un orden jerárquico. De mayor a menor valor son Júpiter, Juno, Palas Atenea, Venus, Apolo, Neptuno, Diana, Baco, Mercurio, Marte, Vesta, Ceres, Heracles, Eolo, Dafne y Cupido. Estos dioses, como sucedía con el Karnöffel, son cartas especiales, con mayor valor que las ordinarias, por lo que nos volvemos a encontrar con una especie de triunfos; pero, esta vez es en Italia, en Milán, donde unas dos décadas después aparecerá el tarot más antiguo que se conoce hasta la fecha. Descifrar el significado de esta baraja de los dioses, por lo tanto, resultaría de gran ayuda para entender la génesis del tarot, pero son muchas las incógnitas que debemos resolver: ¿cómo se le ocurrió a Filippo Maria la idea de incorporar triunfos a una baraja?, ¿por qué escogió dioses griegos y por qué precisamente dieciséis?, ¿existe alguna relación entre estos triunfos y los que tendrá el tarot en un futuro?


Virtud Águilas 1. Júpiter 5. Apolo 9. Mercurio 13. Heracles
Riqueza Fénix 2. Juno 6. Neptuno 10. Marte 14. Eolo
Castidad Tórtolas 3. Atenea 7. Diana 11. Vesta 15. Dafne
Placer Palomas 4. Venus 8. Baco 12. Ceres 16. Cupido


A partir de los estudios pioneros de Franco Pratesi y Ross Caldwell, Lothar Teikemeier sostiene que la inclusión de los dioses entre los triunfos, probablemente, guarde relación con algún guiño al linaje legendario del que se vanagloriaban los Visconti, pues se hacían descender de Venus y Anquises, padres de su presunto antepasado Eneas. A su vez, Venus era hija de Júpiter, al que consideraban un héroe mitificado descendiente del bíblico Jafet, y Anquises de Príamo, al que hacían sucesor de Sem. Así, aunque las aves de los palos quizá deriven de las barajas de caza alemanas, el significado alegórico se ajustaba a las connotaciones simbólicas de su presunto linaje. En palabras de Teikemeier:

«Júpiter y Venus (ambos antepasados de Filippo Maria de acuerdo con la genealogía familiar) son triunfos altos. Júpiter está en la posición más alta y Venus en la cuarta. Júpiter lidera el palo de las virtudes-águilas, Venus el de los placeres-palomas. Las dos aves se encuentran en los emblemas heráldicos de los Visconti. El águila se añadió en el año 1395, cuando Giangaleazzo compró el título de duque al emperador del sacro imperio; la paloma, que al parecer era un símbolo heráldico más antiguo, es un atributo estándar de Venus y el amor carnal. En la heráldica viscontea, una forma de pintar la paloma fue colocarla delante de un sol radiante, una imagen que recuerda al Fénix, pues, según la leyenda, el Fénix se quemó y luego resucitó».

Sin embargo, la verdadera pista para entender esta baraja y su relación con el tarot no se encuentra en el significado simbólico de las aves de los cuatro palos, sino en descubrir la identidad de Dafne, un personaje mitológico que parece haberse colado entre los demás dioses.
¿Quién es Dafne?

La descripción de los dioses que recoge el tratado de Marziano se inspira directamente en la Genealogía de los dioses gentiles (Genealogia deorum gentilium), un tratado enciclopédico sobre los mitos clásicos que escribió Giovanni Boccaccio (1313-1375) hacia 1360. Este libro fue muy popular durante el Renacimiento y supuso el primer intento serio de la Edad Media por sistematizar el maremágnum mitológico de la Antigüedad despojado de alegorías cristianas. De la infinidad de dioses que se recogen en esta enciclopedia mitológica, Filippo Maria escogió justo dieciséis, entre los que destaca la singular aparición de Dafne. Los primeros doce dioses forman parte de la misma familia olímpica y su elección no llama la atención. Tampoco sorprende que aparezcan Heracles, un héroe divinizado muy célebre durante el Renacimiento, y Cupido, el dios de amor, aunque resulta extraño que ocupe la última posición, la de menor valor. En cambio, resulta curioso que también se encuentren Eolo, dios de los vientos, y, sobre todo, Dafne, que ni siquiera es una diosa.

Mujeres jugando a las cartas en un fresco del palazzo Borromeo. Michelino de' Molinari da Besozzo, c.1450. ¿Se encuentra Bianca María entre las jugadoras?


El mito de Dafne está relacionado con Cupido y Apolo. Según relataba Ovidio en Las metamorfosis, Cupido estaba muy molesto con Apolo porque se había mofado de su habilidad como arquero. Cupido tenía dos tipos de flechas, unas con puntas de oro que despertaban el amor y otras de plomo que provocaban chazo y desdén. Para vengarse, le disparó una flecha de oro y Apolo se enamoró perdidamente de una ninfa llamada Dafne, pero a ella le lanzó una flecha de plomo que consiguió la reacción opuesta. Enamorado con locura, Apolo quiso coger a Dafne y la ninfa escapó huyendo. Cuando estaba a punto de ser atrapada, Peneo, el padre de Dafne, acudió en su ayuda y la transformó en el árbol del laurel, inalcanzable así por Apolo.

Probablemente, la baraja fue realizada hacia 1424, cuando Filippo Maria estaba buscando una mujer virgen con la que tener descendencia. Por lo que la presencia de Dafne podría ser una broma privada sobre su presunta amante, Agnese del Maino, a la que este apasionado de la caza había atrapado. Sin excluir esta lectura, también es muy posible que, como ha señalado Teikemeier, la presencia de Dafne esté relacionada con Petrarca.

En muchas de sus obras, Petrarca hace referencia a un amor imposible por una mujer llamada Laura, a la cual busca en vano continuamente. Como refleja su mito, Dafne significa en griego laurel (Δάφνη), que en latín se decía laurus, de donde deriva el nombre de Laura. Entre otras alegorías, la Laura de Petrarca simboliza una de sus grandes inquietudes, la fama, que también se representaba mediante un laurel.

En cualquier caso, por iconografía o concepto, varios dioses de la baraja de Michelino recuerdan a los futuros triunfos del tarot. En palabras del historiador del tarot Giordano Berti:

«Si pensamos en la iconografía de estas divinidades, conservada en tantas obras gráficas y literarias del Medioevo, y si la comparamos con los triunfos de los tarots visconteos, podemos constatar numerosas afinidades en el contenido […]. En primer lugar Júpiter, generalmente representado con una águila a los pies y con un cetro en la mano que simboliza su poder sobre el mundo, como el Emperador del tarot; luego Apolo, el dios que sostiene el disco solar; Heracles, con su maza, retratado mientras abate al león de Nemea; Cupido, mientras lanza sus flechas contra los amantes; Marte, en su carro de guerra; Diana, la diosa lunar…».

Sin embargo, el gran parecido entre la baraja de Michelino y el tarot se produce por la presencia de Dafne-Laura en la penúltima posición. Como ha evidenciado Teikemeier, es probable que Júpiter equivaliese al triunfo más alto del tarot, el Mundo (XXI); Dafne al más bajo, el Mago (I), que no tiene valor sobre ningún otro, pero que da muchos puntos cuando es "cazado"; y Cupido, el amor que enloquece, de cuyas flechas no se libran ni dioses ni mortales, al triunfo del Loco (0), que está por encima de todos los demás triunfos a pesar de carecer de valor durante el juego.

Si la interpretación de este investigador alemán fuera correcta, la lectura simbólica de la baraja de Michelino, de la que quizás deriva directamente el tarot, se articularía en torno a estos tres personajes: Júpiter, el rey de los dioses, que de niño había tenido que permanecer escondido para no ser devorado por su padre Saturno, lo que reforzaría la identificación de Filippo Maria con su antepasado; Cupido, el dios del amor; y Dafne, la virgen que debía ser cazada, que probablemente representa a Agnese del Maino, la mujer que terminaría de encumbrar a Visconti en la cima de la fama una vez que quedase embarazada, acallando así los rumores que circulaban sobre su virilidad. Esta interpretación puede parecer enrevesada, pero, sin duda, también lo era la mente de Filippo Maria Visconti. ¿Signfica esto que el tarot derivó de la baraja de Michelino?

A falta de nuevos descubrimientos documentales, no podemos responder esta pregunta. Hay que seguir investigando. En cualquier caso, las siguientes barajas asociadas con los Visconti ya sí que se pueden considerar tarots. Conozcamos las más importantes.


El reloj heráldico

Con más o menos cartas, se han conservado unas veinte barajas relacionadas con los Visconti-Sforza. Las tres más completas y antiguas se conocen como tarot de Brera Brambilla, de Cary Yale y de Pierpont Morgan Bergamo, nombres que reciben por el lugar donde se conservan en la actualidad. Son de grandes dimensiones —de media, unos 85 milímetros de ancho por 182 de alto— y están pintadas a mano con témperas de vivos colores sobre un papel de oro adherido a un cartón grueso. Por diversos documentos y detalles iconográficos, se sabe que pertenecían a la familia de los Visconti-Sforza, que fueron realizadas en el siglo XV y que aún no recibían el nombre de tarots, sino que se denominaban juegos de triunfos. Y hasta aquí llegan los datos seguros. Todo lo demás son hipótesis, conjeturas y un sinfín de interrogantes. ¿Quién las diseñó y en qué fecha? ¿Cuántos triunfos había en un origen? ¿Por qué se seleccionaron unos triunfos en vez de otros? ¿Seguían algún tipo de lógica o de estructura narrativa? Dado que la alternativa es el silencio, no nos queda más remedio que adentrarnos por el arriesgado camino de la especulación.

En general, las primeras pistas para datar una baraja de lujo, pintada a mano, provienen de los emblemas familiares. A los príncipes italianos les gustaba incluir pequeñas referencias heráldicas en algunas cartas destacadas, como las figuras de la corte o los ases, lo que nos permite acotar en gran medida cuándo y dónde fueron realizadas. En las tres barajas mencionadas se encuentran varios emblemas heráldicos de los Visconti y, en menor medida, de los Sforza, que heredaron la heráldica viscontea cuando Francesco se casó con Bianca Maria.

El más reconocible es el famoso biscione o vipera, una gran serpiente de color azul intenso engullendo un hombre desnudo, de color rojo, que en ocasiones lleva un turbante sarraceno. También se encuentra el águila imperial negra sobre campo de oro, característica del escudo del ducado de Milán, junto con el biscione, desde que el emperador del Sacro Imperio nombrase duque a Gian Galeazzo en 1395. Otros emblemas visconteos son la corona ducal con ramas, la paloma, el sol radiante denominado la «radia magna» o el lema de la familia, «a bon droyt», a buen derecho, que según Gertrude Moakley fue acuñado por Petrarca para Gian Galeazzo. Además, en la baraja de Pierpont Morgan se encuentra el emblema característico de los Sforza, tres anillos de diamante entrelazados, y el león de Venecia, que podría hacer referencia a un período en el que Francesco Sforza estuvo al servicio de los venecianos.

Por último, también nos aporta una pista la numismática, ya que en el palo de los oros de la Cary Yale y de la Brera Brambilla se encuentra una moneda muy similar a un ducado de oro acuñado en tiempos de Filippo Maria, por lo que debieron realizarse antes de su muerte en 1447. De estas dos barajas, la que más nos interesa ahora es la de Cary-Yale, dado que de la Brera sólo se conservan dos triunfos —el Emperador y la Rueda—, que apenas aportan información sobre la génesis del tarot.

Varios emblemas de los Visconti-Sforza se encuentran repartidos por las cartas de las barajas de Cary Yale, Brera Brambilla y Pierpont Morgan. Característicos de los Visconti desde 1395 y de los Sforza desde 1441 son el biscione (1), el águila imperial (2), la corona ducal con ramas (4), el sol radiante (5) y el lema a bon droyt (6). En la Pierpont Morgan aparecen, además, dos signos heráldicos de los Sforza: los tres anillos de diamante entrelazados (3) y el león de Venecia (7). Las cartas del ejemplo son el as de oros, el rey de copas y el caballo de bastos de la baraja de Cary Yale (fila superior) y la Emperatriz, el dos de oros y el rey de espadas de la baraja de Pierpont Morgan

El tarot de Cary Yale

Detalle del cuatro de oros de la baraja de Cary-Yale. En una de las caras se ve a Filippo Maria sobre un caballo. En el borde está escrito Filip Maria Ducha. Abajo, una moneda similar del ducado de Milán acuñada entre 1412 y 1447.

Para precisar la fecha en que fue realizada la baraja de Cary Yale se parte de una hipótesis que ya destacó Kaplan. En general, las barajas de lujo solían encargarse para conmemorar alguna ocasión especial, sobre todo matrimonios. Asumiendo esta hipótesis, destacan dos posibles fechas: 1428, año en el que se casan Filippo Maria y Maria de Saboya, y 1441, cuando se casan Francesco Sforza y Bianca Maria Visconti.

Durante mucho tiempo se defendió la fecha de 1428 por la heráldica que aparece en el pabellón del triunfo del Amor, carta de particular relevancia si efectivamente la baraja festeja un matrimonio. En el dosel del palio está dibujada una fila de escudos en los que se alternan el biscione de los Visconti-Sforza con una cruz blanca sobre fondo rojo. Esta cruz es, precisamente, el emblema característico de la casa de Saboya, sin embargo, no es una prueba definitiva. Hay otros emblemas heráldicos con cruces blancas sobre fondo rojo para el año 1441, como la que luce en el escudo de la ciudad de Fermo, donde gobernaban los Sforza por estas fechas, el de la ciudad de Pavía, segunda capital del ducado de Milán, o el de la ciudad de Cremona, que hasta poco antes era una cruz plateada sobre fondo rojo. De hecho, el escudo de esta última ciudad resulta de particular interés, dado que fue aquí donde se casaron Bianca y Francesco, al ser la dote que aportaba la hija de Filippo Maria. Es decir, era la ciudad que mejor podía representar la alianza de los Visconti con los Sforza que se afianzaba con este matrimonio. Además, si fuera un emblema de los Saboya, como observa Dummett, «no habría sido un gran elogio para la esposa que los emblemas de su casa sólo estuvieran pintados en una carta, mientras que las demás estaban sembradas de emblemas de los Visconti y los Sforza».
Detalle del pabellón del triunfo del Amor de la baraja de Cary Yale

Saber quién fue el artista que pintó la baraja sería fundamental para resolver el enigma de la datación, pero tampoco en este caso hay consenso absoluto. Basándose en las propuestas de Giuliana Algeri de 1981, algunos historiadores sostienen que fue Francesco Zavattari (activo entre 1417 y 1453), autor de los frescos de la capilla de Teodolinda, en el Duomo de Monza, cuyo estilo pictórico recuerda al de la baraja.

Por el contrario, siguiendo las propuestas de Kaplan, otros historiadores piensan que más bien debió de tratarse del miniaturista Bonifacio Bembo, dado que las cartas se parecen mucho a su trabajo más destacado, las miniaturas del Codice Palatino 556: Il Lancilotto. De hecho, Maria Grazia Tolfo piensa que la ligera semejanza de los frescos de Zavattari con los triunfos del tarot de Cary Yale se explica porque, una vez comenzados en 1444, «los trabajos se prolongaron durante dos años y el taller de Zavattari no tuvo escrúpulo alguno en emplear como modelos las figuras de las cartas de juego pintadas por los Bembo (o tal vez fue una copia autorizada). Esta trasposición ha generado durante años una gran confusión sobre quién había pintado las cartas al atribuírsele la paternidad a Zavattari».

Si efectivamente fue Bembo quien pintó las cartas, entonces es imposible que fueran realizadas en 1428, ya que para entonces Bembo sólo tendría unos ocho años pues había nacido hacia 1420. Sin embargo, hacia 1441 tenía la edad justa para encargarle una baraja de cartas, generalmente realizadas por artistas de segundo nivel, como era por entonces el joven Bembo.

Otro argumento a favor de la hipótesis de 1441 guarda relación con el insólito número de mujeres que hay en la baraja. Del tarot de Cary Yale sólo se conservan 67 naipes, pero, por extrapolación, podemos deducir que cada uno de los cuatro palos constaba de diez cartas numeradas y seis figuras de la corte: rey, reina, caballero, amazona, infante e infanta. También entre los once triunfos que se han conservado hay una destacada presencia de mujeres. Con un protagonista masculino solo se encuentra el triunfo del Emperador; ambiguos o mixtos son el de la Muerte, el Amor y el Juicio; mientras que femeninos son la Emperatriz, el Carro, la Fortaleza, el Mundo y tres virtudes que desaparecerán de las futuras barajas, la Fe, la Caridad y la Esperanza. Esta abundancia de mujeres, entre otras razones, se puede explicar por el hecho de que Filippo Maria solo tenía un descendiente y era una mujer. En 1428, Filippo Maria aún no sabía que Bianca Maria sería su única descendencia. Sin embargo, en 1441 ya estaba seguro de que su estirpe sólo continuaría por su hija, a la que había dejado participar de ámbitos educativos reservados a los varones.
Dos detalles de sendas ilustraciones del Códice Palatino 556 realizadas por Bonifacio Bembo (fols. 104 y 105). El estilo de las ilustraciones de este códice es muy similar al de las barajas de Cary Yale y Pierpont Morgan

Lothar Teikemeier ha señalado otro argumento interesante en relación con los números. Por la estructura interna de la Cary Yale y otras analogías, supone que en la baraja original existirían dieciséis triunfos, al igual que había dieciséis dioses en la baraja de Michelino. Si fuera cierto, la baraja constaría de cuarenta cartas numeradas, veinticuatro figuras y dieciséis triunfos. En el año 1441, cuando se casan Francesco y Bianca Maria, él tenía cuarenta años, ella dieciséis y la diferencia entre ambos era de 24 años. Este juego de números podría ser una de las razones que explicaran la anómala estructura de la Cary Yale, cinco palos de dieciséis cartas, incluidos los triunfos, o como se dice en argot, 5x16, en vez de la que era habitual en otros juegos de la época, de 4x14 o de 5x14.


La baraja de Pierpont-Morgan


La otra baraja importante asociada a los Visconti-Sforza es el tarot de Pierpont Morgan, del que se conservan treinta y nueve cartas numeradas, quince figuras y veinte triunfos. Al igual que sucede con el tarot de Cary Yale y los demás tarots del siglo XV, en las cartas no se incluyen ni los nombres ni la numeración, por lo que los jugadores sólo sabían de qué carta se trataba por la iconografía. De los veinte triunfos que se han conservado, se advierte que catorce fueron dibujados por un artista y seis por otro. El estilo de los catorce triunfos de la baraja original se identifica con claridad con Bonifacio Bembo y son el Mago, la Papisa, el Papa, la Emperatriz, el Emperador, el Amor, el Carro, la Justicia, el Tiempo, la Rueda, el Juicio, la Muerte, el Colgado y el Loco. Los otros seis son la Fortaleza, la Templanza, la Estrella, la Luna, el Sol y el Mundo.

En los símbolos heráldicos de la baraja, además de los característicos del ducado milanés de los Visconti, se encuentran los tres anillos entrelazados del emblema de los Sforza, lo que permite encuadrarla entre 1450 y 1466, es decir, desde que Francesco Sforza es nombrado duque de Milán hasta su muerte, un período durante el que Bonifacio Bembo aún está activo. Y en este marco temporal, 1450-1451 parece una fecha muy apropiada. Por entonces, después de un duro asedio, Francesco conquistó Milán poniendo fin a los tres años de gobierno republicano de la ciudad que siguieron a la muerte de Filippo Maria Visconti y, para festejarlo, en marzo organizó un glorioso desfile triunfal. Al igual que sucede con las bodas, estas grandes celebraciones, con desfiles triunfales incluidos, son fechas interesantes para ubicar una baraja.

La abundante documentación relativa al tarot que se ha conservado del ducado de Ferrara, cerca de Milán, también nos conduce hacia 1451. Sabemos con toda seguridad que en la corte de los Este, señores de Ferrara, se jugaba a las cartas desde 1423, lo que se reflejó en numerosas anotaciones sobre compra de barajas en los archivos de la corte. Sin embargo, durante el gobierno de Leonello (1442 – 1450), estos registros prácticamente desaparecen hasta 1450. De pronto, el 16 de marzo de este año, después de ocho años sin casi referencia a las cartas, se vuelve a hacer un pago por tres barajas de triunfos a un pintor de la corte llamado Sagramoro. El desfile triunfal de Francesco Sforza en Milán, al que acudieron invitados los Este de Ferrara, fue unas dos semanas después, el 25 de marzo. Dado que durante ocho años en Ferrara no se habían encargado nuevas barajas, es probable que fueran un presente de Leonello y su hermano Borso para Francesco. Esto no significa que la baraja de Pierpont Morgan fuera una de estas barajas, pero sí revela que en 1450 las cartas volvieron a Milán y Ferrara, sobre todo si comparamos este registro con otros documentos, como una carta escrita por Francesco Sforza a mediados diciembre de 1450. La Navidad era un período de fiesta y ocio durante el que se solía jugar a las cartas. Por estas fechas, Francesco y su familia están viviendo en Lodi, a la espera de que pase la plaga de peste que azota Milán. Por razones que desconocemos, se quedaron sin cartas de juego y Francesco le pidió a su tesorero, Antonio Trecho, que le consiguiese dos barajas de «cartas de triunfos» cuanto antes, probablemente porque estaba aburrido y, como soldado que había sido, en las cartas encontraba un agradable divertimento:

«Para Antonio Trecho, tesorero. Queremos en cuanto reciba esta carta que envíe con un caballo de correos, dos barajas de cartas de triunfos, de las más hermosas que pueda encontrar; y si no encuentra de triunfos, queremos que envíe cualquier otra baraja de cartas, también la más hermosa que pueda encontrar […]. 11 de diciembre de 1450». (En Kaplan. Vol. 1).
También resulta interesante una carta de Sigismondo Pandolfo Malatesta, señor de Rimini y Fano, a Bianca Maria Visconti, en noviembre de 1452, en la que le pide si le puede enviar una baraja de cartas de triunfos miniadas, como «las que hacen los artesanos de Cremona» (Pizzagalli, 2007). El taller de Bonifacio Bembo estaba en Cremona, así que este documento también relaciona una baraja con triunfos con una fecha aproximada en torno a 1450-1452.
Detalle del escudo del rey de espadas del tarot de Pierpont Morgan

Refuerza esta fecha un detalle iconográfico muy importante que se encuentra en el escudo del rey de espadas: el león de San Marcos. Este signo heráldico era característico de la república de Venecia, por lo que resulta impensable en una baraja milanesa salvo que en esta carta esté representado Francesco Sforza, el cual estuvo al servicio de los venecianos desde 1436 hasta la muerte de Filippo Maria Visconti en 1447.

Como hemos visto, a partir de ese año siguieron otros tres muy confusos, en los que las alianzas cambiaban a cada instante en función del rumbo de los acontecimientos bélicos. Por entonces, Francesco aún podía enorgullecerse de haber sido durante un tiempo el capitán general de la liga veneciana. Todo cambia a partir de 1450, cuando es nombrado duque de Milán, momento en que Venecia se declara abiertamente hostil. En abril de 1452 comienza una guerra feroz entre la república y el ducado, durante la que los venecianos trataron de asesinar a Francesco envenenándolo. La guerra llegó a su fin en abril de 1454 con el tratado de Lodi, que le costó al ducado importantes pérdidas territoriales (Bergamo, Brescia y, sobre todo, Crema). Aunque las sutilezas de la heráldica italiana podían llegar a ser muy finas, parece muy extraño que se hubiera destacado el león de Venecia entre las divisas de Francesco más allá de finales de 1451. Por entonces, Francesco era ya el indiscutible duque de Milán, el enemigo de Venecia, y en su escudo no habría lugar para el león de san Marcos.

Por último, tenemos otro argumento para datar esta baraja en torno a 1451 en el triunfo de la Muerte. En casi todas las barajas del tarot, la Muerte se suele representar a caballo, por lo general armada con una guadaña con la que va segando las vidas a su paso. Sin embargo, en este caso se muestra de pie y armada con un arco.

Desde la Antigüedad, muchas epidemias se asociaban simbólicamente con las flechas, como sucede en el canto I de la Ilíada, donde se cuenta que Apolo extendió la peste entre los aqueos lanzándoles saetas durante nueve días, o como sucedía con el culto rendido a san Sebastián durante las epidemias de peste. Salvo pequeñas epidemias, a diferencia de sus vecinos, Lombardía no había padecido grandes brotes de peste hasta 1450 y 1451, cuando una feroz epidemia asoló las ciudades de Milán y Pavía, tal y como relata un cronista de la época llamado Bernardino Corio:

«La peste que afligió Milán provocando estragos apareció en el otoño de 1450, aumentó muchó durante el año siguiente y alcanzó su cenit en el verano, cuando cada día se contaban doscientos muertos, y se prolongó durante todo ese año. El duque Francesco hizo todas las diligencias necesarias y encontró que por esa enfermedad habían muerto en Milán treinta mil personas [...]».
Triunfo de la Muerte de la baraja de Pierpont Morgan (izquierda). Josse Lieferinxe. San Sebastián intercediendo durante una plaga de peste, (1497). Obsérvese que el santo tiene todo el cuerpo asaeteado

El triunfo de la Muerte de la baraja de Pierpont Morgan es el único que empuña un arco en vez de una guadaña. Es una manera de representar a la muerte realmente insólita. Sin embargo, el recuerdo inmediato de 30.000 muertos en la ciudad de Milán, y el doble en la región, bien pudo llevar a Bonifacio Bembo a apartarse del canon iconográfico si realizó la baraja en torno a 1451.

Triunfo de la Fortaleza de la baraja de Pierpont Morgan y un detalle del Palatino 556, Lancillotto. Obsérvese la diferencia entre el león con aspecto de grillo de la carta y el hermoso león del códice ilustrado por Bembo (a la derecha) o el león del triunfo de la Fortaleza de la baraja de Cary Yale

Los seis triunfos añadidos

Por el estilo pictórico, se advierte sin lugar a dudas que seis triunfos de los veinte que se conservan fueron añadidos en un segundo momento. Mientras que las figuras góticas de Bembo recuerdan a las miniaturas de los códices medievales, estilizadas y con tendencia a marcar las líneas del dibujo, en estos triunfos las figuras son redondas y musculosas, más propias del Renacimiento. Si ya resulta complicado datar la fecha de la baraja original pintada por Bembo, precisar cuándo fueron añadidos estas seis cartas resulta tarea quimérica. Las pistas que nos ofrecen son realmente pocas.

La calidad artística del dibujo es mediocre, lo cual permite sospechar que fueron realizadas deprisa o por alguien sin talento. Esto se advierte, por ejemplo, en el triunfo de la Fortaleza, donde vemos a un Heracles con el rostro deforme atacando a un león con patas de grillo. Aunque sólo es una conjetura, esto podría denotar que fueron realizadas con apremio, pues, de lo contrario, probablemente, se habrían rechazado por su mala factura. Hay que tener en cuenta que una baraja pintada a mano era un objeto caro. Es probable que los Sforza no hubieran aceptado estas seis cartas mal pintadas si, por la razón que fuera, no les hubiera quedado más remedio.

Por último, también es importante destacar que el segundo artista conocía bien la baraja original, las catorce cartas de Bembo. El detalle que nos permite inferir esto con seguridad es el barranco que se muestra en la parte inferior de algunos triunfos. Es un elemento iconográfico que no se repite en ninguna otra baraja que conocemos, sólo en la de Pierpont Morgan, y cuatro de los nuevos triunfos, la Templanza, la Estrella, la Luna y el Sol, cuentan con él. De momento, poco más podemos aventurar sobre esta cuestión.

Detalles de los triunfos de la Muerte y de la Luna del tarot de Pierpont Morgan


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