CUATRO DE COPAS



Esta carta es el CUATRO DE COPAS del tarot diseñado por Arthur Edward Waite en 1910. La primera imagen se corresponde con el dibujado por Pamela Colman-Smith. La segunda, es una versión reeditada por el prestigioso tarólogo Stuart Kaplan para un tarot llamado Universal Waite. Aunque son similares, simbólicamente se establecen diferencias de nivel que permiten interpretaciones distintas. Analizaré nada más la versión dibujada por Pamela Colman-Smith.

En la carta aparece un hombre sentado vestido con una casaca verde y camisa roja sentado a los pies de un árbol dorado (o amarillo) en posición de reposo o meditación. Frente a él, tres copas alineadas y una cuarta que, del mismo modo que el As de Copas de esta baraja, la divinidad ofrece al hombre pensativo. Está sentado en una colina de marcado color verde y el cielo es verdoso.

Dante, en su Divina Comedia, viste a Beatriz de tres colores: verde, rojo y blanco en un sentido de camino de purificación que necesita de tres elementos: Esperanza (verde), Fe (rojo) y Blanco (caridad). En el mismo sentido lo ven los druidas celtas, como abono o vegetación. En sentido alquímico, a la serie de colores ngero-rojo-blanco-oro que conducen a la Gran Obra, se opone la serie Oro-Azul-Verde-Negro, en el que el negro se corresponde con la caída o el descenso de los neoplatónicos. El verde, como estado intermedio entre el azul (cielo) y el negro del abismo, simboliza la vida natural.

Wirth y Guenon ven una relación, en el verde, entre la vida y la muerte del mismo modo que la veían los egipcios. La liviandad de la muerte está simbolizada en el verde: Osiris, dios de la vegetación y de los muertos, está pintado de verde. Por lo que se deduce que el verde es un color ambivalente y de puente o de conexión entre otros estados. Los matices de verde sólo añaden complejidad al carácter simbólico del color pero no le aportan, en líneas generales, conceptos nuevos.

El Arbol Dorado no es esencialmente un árbol de la vida. Simboliza, del mismo modo que la montaña, la unión entre cielo y tierra, el equilibrio armónico. Apenas se ven las hojas y las raíces están cubiertas de algo que podríamos identificar como hierba o césped. Este árbol, por su color, podría ser identificado como el Arbor Philosophica de los alquimistas, un símbolo del proceso evolutivo, de todo el crecimiento de una idea, vocación o fuerza).

En una interpretación de primer nivel se puede deducir que, una vez puestas en marcha la acción desde el Tres de Copas, el cuatro invita a no rendirse o a no conformarse. La cuarta copa que aparece del cielo, refuerza esta idea simbólica. El verde predominante en toda la escena (tierra y cielo son verdes) confirma esa ambivalencia de sentido entre abono y muerte, entre continuidad y fin. El rojo del traje del hombre pensativo habla de Fe. El verde es la Esperanza. El Arbor Philosophicum está ahí, al alcance de la mano, pero rendirse no es una opción. Las dudas del consultante se resuelven con la paciencia de los agricultores: una vez plantada la semilla esperan recoger frutos, pero no de un día para otro.


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