REINA DE VARAS siguiendo a Pamela Colman



Ahí ven a la REINA DE VARAS del tarot diseñado por Arthur Edward Waite y que Pamela Colman-Smith convierte en alegorías casi perfectas de lo que Waite quiso decir.

En ella se ve a una mujer vestida de amarillo sentada en un trono de respaldo recto e infinito, sosteniendo en su mano izquierda un girasol, en su mano derecha una vara. Los brazos o pies del trono son dos leones amarillos y en el trono, sujetando un girasol rojo, dos leones también rojos. A la izquierda del trono un paisaje amarillento y levemente montañoso, y a la derecha un paisaje gris y plano. frente a ella, en un plano inferior, un gato negro que mira al consultante. La reina también, pero de soslayo.

Waite sólo señala, al describir esta carta, que la vara debe tener hojas verdes porque la vara simboliza un principio activo y fecundador, una actividad enriquecedora. Waite dice textualmente que "emocionalmente y en otros aspectos, la Reina es exactamente lo mismo que el Rey, pero más magnética".

El amarillo es el color de la divinidad, de la luz hechizante de los dioses, el color que no admite oscuridad (por eso el opuesto natural al negro no es el blanco, sino el amarillo). Es Vishnú la que va vestida íntegramente de amarillo o es el color del Huevo Cósmico de Brahma. En el esoterismo cristiano, el amarillo es el color de la eternidad del mismo modo que el oro es la materia simbólica de la eternidad. Cuando tiende hacia el oscurecimiento (tonos ocres), entonces se asocia al simbolismo general de la tierra. Sin embargo, cuando el amarillo se detiene aquí en la tierra, a medio camino entre lo Altísimo y lo Bajísimo, no entraña nada más que la perversión de las virtudes de fe, inteligencia y vida eterna. Olvidado el amor divino, llega el azufre luciferino, imagen del orgullo y la presunción, de la inteligencia que sólo quiere alimentarse a sí misma. El amarillo se asocia al adulterio cuando se rompen los vínculos sagrados del matrimonio, a imagen de los lazos sagrados del amor divino, rotos por Lucifer.

El girasol es un símbolo de fe inquebrantable, fe espiritual. Los leones, símbolos de los dioses solares, simbolizan la tierra. El rojo reafirma su sentido. El gato, por su parte, es ambivalente en función de las creencias de cada cual. Para la Cábala, el gato es exactamente igual que la serpiente: símbolo del pecado y del abuso de bienes de este mundo.

En una interpretación de primer nivel, LA REINA DE VARAS es una alegoría de la palabra Poder. El brillo cegador del vestido simboliza la fuerza y poder del consultante. Con principios bien asentados (que no implica que sean correctos) y una fe inquebrantable en esos principios. El girasol anuncia inteligencia y sensatez aunque esos principios inamovibles implican también cabezonería y obstinación. El gato refuerza el poder de la REINA: el amarillo es el color de la muerte también y se opone al negro, que es la oscuridad de la muerte, lo que alegóricamente quiere decir que puede ser justa o injusta de una forma arbitraria, que esos principios inquebrantables y esa fe firme (esos girasoles por doquier) traen alegrías pero también disgustos y que son las dos caras de la misma moneda: inteligente, sensata y, a veces, tirana o déspota. La mirada arrogante de la Reina y la fija del gato no hacen más que reafirmar este sentido ambivalente. Es una actitud claramente activa (los leones rojos del trono), sexualmente activa. Pero no olviden: son los principios y la fe en ellos los que ponen en acción ( y, a la vez, frenan) a la REINA DE VARAS.


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