Los Advenedizos (II): EL CARRO (La Vía Alegórica)


Ese Carro que ven ahí pertenece a una serie de Mantegna tiulada, "Los Triunfos del César", pintada entre 1485 y 1505 por encargo de la familia Gonzaga, de Mantua. En esta serie, se retrata el desfile triunfal de Julio César después de la campaña de las Galias. De aquí se deduce el primer sentido alegórico del Carro: la Fama obtenida por las armas, la política, la acción. El Carro, profusamente ornamentado, gigantesco en su tamaño, muestra el esplendor y la gloria de un César triunfante.


Bianca Maria Visconti aparece en El Carro de la baraja viscontea. El artista, Bonifacio Bembo, miniaturista e impresor, recoge el momento en el que Bianca en enviada a la Corte D'Este, en Ferrara, como una artimaña para convencer a Francesco Sforza de que se aliara con Fillipo Maria Visconti, haciéndole creer que Nicola D'Este había iniciado relaciones con Bianca Maria. Allí, fue recibida con cariño y aprecio por los ferrantinos. En la siguiente imagen, perteneciente al mazo Pierpont-Morgan, aparece la misma Bianca Maria, pero ya en 1451, más sobria, menos ceremonial. No en vano dirigía los designios de Milán. La mujer se convierte en hombre en cuanto entra en Francia a través del Piamonte hasta la versión de Jacques Vieville en 1650, en la que los caballos del carro son reemplazados por esfinges sin ningún motivo simbólico más que reforzar el sentido alegórico de la carta.


Es importante saber quién conduce El Carro. En principio solo Reyes, Generales o Presidentxs de Repúblicas montan en ese carro triunfal. Pero nosotros somos más modestos, no ocupamos esos puestos tan rimbombantes. Sin embargo sí usamos el carro triunfal para hacer partícipes a los demás de nuestros variados triunfos y éxitos y, al igual que César en la serie de Mantegna que él encabeza, nosotros también mostramos nuestros atributos, lo que se supone que nos da Fama, Gloria, Reconocimiento (ese trabajo bien remunerado, esa camiseta que parece publicitaria de tan grande que es el logotipo impreso en ella, ese coche brillante y limpio, esa casa llena de objetos inanimados a modo de Museo de Mí Mismx, todas esas cosas que aparentemente son nuestra identidad y que reflejan los frutos de nuestro esfuerzo, de nuestro sacrificio, de nuestra capacidad de luchar y vencer a la adversidad). De aquí, la segunda posible alegoría del Carro: la Vanidad.


El Carro Triunfal de la Vanidad puede estar conducido por cualquiera, pero no es alguien que ejerza poder ni es un personaje de la corte. Es un advenedizo, alguien que, por todo eso que tiene o posee, por todo eso que ha alcanzado con lucha y más lucha, se cree merecedor de un desfile triunfal, como si fuera un Emperador, una Reina, un Papa, un Caballero... Pero mientras que los Personajes del Poder Terrenal tienen una fe, unas ideas que les impulsan y les frenan, ideas en las que creen sin cuestionárselas ni por un segundo, el que va en El Carro no tiene nada de todo eso, ni ideas propias ni ajenas, una veleta que solo sabe usar terminología militar para hablar de sí mismx: luchan por el amor, pelean por lo que quieren, no se rinden hasta que alcanzado la meta, están armados de razón... la palabra que más usan es Lucha...


Y brillan luminosxs, deslumbrantes bajo la cegadora luz de los kirguises, pura apariencia de triunfo, pura superficialidad reflectante, el fulgor momentáneo (solo mientras dura el desfile, después vuelve la lucha cotidiana). El Carro es alegoría de la Falta de Principios y Valores, de la ausencia de brilo propio más allá del deslumbramiento que produce ver un Bugatti amarillo, como el del que esto escribe, entrar en un casoflón en una zona residencial ajardinada o leer una lista de títulos académicos de indiscutible buen gusto y sentido práctico que nos dan una idea del éxito mundano que el sujeto o sujeta ha alcanzado. El éxito a través de la lucha. Una lucha en la que no hay prisioneros ni rehenes, no hay aliados, no hay amigos, no hay confianza. El Carro es la alegoría de la Falta de Confianza en Uno Mismo y de sus métodos alternativos para reemplazar esa falta de autoestima (necesito de una bonita armadura, de un bonito carro, de bonitos caballos, de bonita espada, de bonita sonrisa blanqueada, de un bonito bronceado) para brillar...


Si se fijan bien, El Carro está por encima de los Personajes del Poder. Muy por encima. ¿Y quién está por encima del poder de papas y reyes, de emperadores y emperatrices, de jeques, reinas, condesas y baronesas, por encima de usted, de su jefe, de su padre, de su madre?. Sí, amigxs, El Carro es la alegoría del Poder del Dinero. Ese dinero que otorga ese fulgor dorado que convierte a ancianos en play-boys, a monstruos abyectos en filántropos, ese dinero que permite cubrir, con dorada armadura, la ausencia absoluta de moralidad. Ese dinero que compra las voluntades de todos esos personajes del Poder Terrenal, pobres ilusos a lo que, en el fondo, quiere imitar. Así que como Poderoso Caballero Don Dinero que cubre con pátina dorada la mediocridad, la inmoralidad y la soledad, El Carro es la alegoría de la Falsedad y el Ocultamiento, de la Mentira, de la Deslealtad y de la Inmoralidad.

Sabemos poco del conductor de Carro. No sabemos si es hombre o mujer o viceversa. Pero sabemos que, debajo de esa capa de barniz brillante, detrás de esa sonrisa cegadora, de ese porte y elegancia, de esa gracia en el andar, no hay nada o lo que hay es nada: no hay principios, no hay valores. No hay confianza, no hay fe, no hay ideología, hay cierta sumisión al poder (porque no hay dinero suficiente para frenar al Poder), cierta voluntad de manipulación, de escamoteo, de ocultación. No hay moral ni ética, solo la que dictan las buenas costumbres y la cortesía. Todo, personas, vegetales, animales y piedras, forman parte de la sección de Coleccionables porque para el conductor del Carro, todo tiene un precio. ¡Incluso él/ella!. El traidor se esconde en El Carro.


No hay Amor en El Carro, solo un deseo superficial. Es receptor de cariño, de sexo, de ternura pero no es generoso. Tiene tendencia al abuso, al exceso, a la pretenciosidad: el más simpático de todos los simpáticos, el tipo de la verga más larga, esa individua de pecho improbable en su perfecta simetría... El Carro no va hacia ningún lado, solo se pasea para ser vitoreado por las masas, es decir, para ser premiado y no castigado. Así que miente con todos los dientes e inventa excusas formidables, factibles, verosímiles pero excesivas, mentiras que probablemente le permitan no ser castigado.

Muy interesante pero verá, estoy esperando a unas mellizas de oriente, chinas para más, o coreanas no lo se, el caso es que... ¿vendrán este año?

¿Cómo interpretar entonces El Carro en una tirada a una carta? Como lo que es en primer término, un paseo triunfal. Al fin LeConsultant alcanza la fama o la gloria. O dicho de otra forma, algo que ha costado mucho sufrimiento, con idas y venidas, con desfallecimientos pasajeros, renuncias, paciencia y tenacidad, se ha alcanzado y ha llegado el momento de descorchar botellas de champán, que corra el vino, que no falte de nada en ninguna mesa, abrazos y besos para todos y todas, fotos y más fotos para inmortalizar este momento de gloria.... Ha llegado ese momento en el que por fin, LeConsultant se merece un paseo triunfal en un carro dorado. Así que, amigx, tranquilícese, sus mellizas orientales están a punto de aparecer en escena...




Eso que ven es una Tirada a Tres que solo permite determinar, con cierto grado de fiabilidad, el estado en el que se encuentra una relación entre A (leConsultant, 1) y B (Otrx, 3).

El Carro, en este sentido, puede interpretarse como Vanidad. A mantiene una relación con B en la que B ejerce el papel de pelele. No hay sentimientos, no hay amor, no hay cariño, no hay rencor, sólo existe esa idolatría aparente de B hacia A, en la que A luce y luce, atrayendo a B hacia una vorágine de absolutamente nada. A no siente absolutamente nada por B porque A solo está pendiente de Lo Aparente, no de lo verdaderamente importante, las formas y no el fondo.

Si A es hombre o mujer es absolutamente indiferente. Si la relación es laboral o familiar, entonces B es subordinado de A solo porque A ejerce cierto poder gracias a su dinero, a su posición, al trabajo o labor que desempeña. A nunca sabrá nada de B porque A solo se mira a si mismx y a su reflejo en los espejos. No hay empatía en El Carro, no hay generosidad, no hay Amor....

Pero piensen..... y diviértanse!

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